domingo, 13 de diciembre de 2009

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Hola.

Antes de escribir el fragmento de hoy, que también está relacionado con lo que os voy a contar a continuación, me gustaría salirme un poco del esquema que estaba siguiendo en el blog, porque me gustaría tratar un tema que probablemente todos habreis sufrido a lo largo de vuestra vida.
¿Por qué hay tanta hipocresía en el mundo? ¿Por qué no hay ni una misera persona en este globo terrestre que no pueda evitar mentir? ¿De verdad es necesario dejarse llevar por esta sociedad tan corrompida por sus estúpidos roles y clichés que al fin y al cabo son los que dirigen el mundo? Estoy cansado de que las personas dirigan su vida a través de la sociedad, poniendo limitaciones a todo en función de ella. Yo creo que tampoco es muy difícil seguir una vida según tus propios instintos, sin necesidad de tirar los dados al aire esperando a ver qué te toca vivir hoy. ¿De verdad es todo esto necesario? ¿Tenemos que jugarnos nuestra vida al azar? Llamadme estúpido, pero no lo entiendo. Me cuesta mucho creer que el mundo sea tan sólo esto: demagogia y populismo. Vosotros podreis jugar a este juego de rol que os divierte tanto, pero lo siento, yo no pienso inmiscuirme en un juego en el que no me gusta participar simplemente porque todo el mundo lo haga. No me importa la soledad si realmente hago lo que creo que es correcto, porque es mi realidad y nadie la dirige, tan sólo yo. ¿Pensais que es egoísta? ¿Creéis que os estoy prejuzgando? Quizás deberíais mirar alrededor y ver en qué nos estamos convirtiendo... A veces para descubrir la verdad hay que salir del juego e introducirse en la oscuridad de la vida real; no todo es tan idílico como parece.

Después de esta reflexión en la que espero que nadie se haya sentido ofendido o se haya dado por aludido, aquí os pongo otro fragmento del libro:

Sentía rabia, impotencia y frustración, pero ante todo sentía miedo; lo percibía como una nube invisible cerniéndose lentamente sobre mí, aferrándome entre sus garras e inmovilizándome con su gélida respiración. Un miedo que me desgarraba por dentro, que trataba de apoderarse lenta y dolorosamente de mi corazón, hasta que finalmente sucumbiera a él.
El pánico aumentaba mientras mi tiempo empezaba a agotarse en aquel juego, y comencé a preguntarme si esta vez volvería a tener tanta fortuna como en otras ocasiones, y si era suficiente echarle nuevamente un pulso al destino mientras contenía la respiración, esperando a que sobre el tapiz apareciera aquella última carta, completando la escalera de color, y así mi victoria. Pero el juego esta vez era diferente, y enfrente de mí no estaba sentado alguien con quién pudiera permitirme el lujo de perder. La Muerte también esperaba, ansiosa, el desenlace de esa partida, mientras sus ojos se clavaban directamente en los míos y dibujaba una tosca sonrisa, sabiendo que en esta ocasión no tendría oportunidad de esquivar su golpe letal.


Gracias, como siempre.

Nos leemos.

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