miércoles, 20 de enero de 2010

Debate

Hola.

Me gustaría dejar aparte los fragmentos y los capítulos durante un breve momento, para tratar un tema de debate en consonancia con el libro; en realidad es uno de los temas principales que se tratan a través de la metáfora en la que la novela se basa. Y para ello hago una simple pregunta, ¿somos realmente felices? La respuesta parece bastante sencilla, no obstante, no lo es tanto.
¿De verdad somos felices aún teniéndolo todo? ¿De verdad nuestra ambición se ve saciada alguna vez en nuestra vida? ¿Podemos decir realmente: hoy me siento bien y ser totalmente sinceros? En mi más sincera opinión creo que la felicidad no es más que un eufemismo, algo que no existe, que se ha implantado en la sociedad para concienciarla de que hay algo por lo que realmente merece la pena luchar: la felicidad. Alcanzando la felicidad, en teoría, alcanzamos un nivel de éxtasis que nos agrada, pero ¿alguien sabe definir lo que es realmente la felicidad? ¿Quién decide lo que es la felicidad? ¿Hay una felicidad absoluta para todo el mundo que debemos alcanzar? ¿O por el contrario hay una felicidad para cada persona que lo conforma?
En una sociedad tan alienada por el poder político y social como en la que nos encontramos es difícil saber qué puede hacernos felices porque estamos enclaustrados realmente en ella. El mito de la caverna de Platón nunca fue realmente una alegoría, estamos encadenados a una pared mirando hacia una realidad que no es la que nos toca vivir.
Después de esta reflexión os invito a pensar si la felicidad no es más que una simple utopía; si me respondeís que no, que la felicidad realmente existe os haré otra pregunta: ¿Quién decide lo que está bien o lo que está mal? ¿Por qué debemos suponer que la luz es algo maravilloso y la oscuridad algo que debe aterrarnos? ¿Por qué la oscuridad no puede ser buena? Vivimos bajo unos valores que nos han sido impuestos desde nuestra educación, y así la sociedad lleva siglos dejándose llevar por la represión social y por el juicio del más fuerte. Viviendo tal y cómo vivimos, ¿realmente somos tan agraciados?


"- Examina, pues -dije-, qué pasaría si fueran liberados de sus cadenas y curados de su ignorancia, y si, conforme a naturaleza, les ocurriera lo siguiente. Cuando uno de ellos fuera desatado y obligado a levantarse súbitamente y a volver el cuello y a andar y a mirar a la luz, y cuando, al hacer todo esto, sintiera dolor y, por causa de las chiribitas, no fuera capaz de ver aquellos objetos cuyas sombras veía antes, ¿qué crees que contestaría si le dijera d alguien que antes no veía más que sombras inanes y que es ahora cuando, hallándose más cerca de la realidad y vuelto de cara a objetos más reales, goza de una visión más verdadera, y si fuera mostrándole los objetos que pasan y obligándole a contestar a sus preguntas acerca de qué es cada uno de ellos? ¿No crees que estaría perplejo y que lo que antes había contemplado le parecería más verdadero que lo que entonces se le mostraba? [...] - Y si hubiese habido entre ellos algunos honores o alabanzas o recompensas que concedieran los unos a aquellos otros que, por discernir con mayor penetración las sombras que pasaban y acordarse mejor de cuáles de entre ellas eran las que solían pasar delante o detrás o junto con otras, fuesen más capaces que nadie de profetizar, basados en ello, lo que iba a suceder, ¿crees que sentiría aquél nostalgia de estas cosas o que envidiaría a quienes gozaran de honores y poderes entre aquellos, o bien que le ocurriría lo de Homero, es decir, que preferiría decididamente "trabajar la tierra al servicio de otro hombre sin patrimonio" o sufrir cualquier otro destino antes que vivir en aquel mundo de lo opinable?

- Ahora fíjate en esto -dije-: si, vuelto el tal allá abajo, ocupase de nuevo el mismo asiento, ¿no crees que se le llenarían los ojos de tinieblas, como a quien deja súbitamente la luz del sol?[...] - Y si tuviese que competir de nuevo con los que habían permanecido constantemente encadenados, opinando acerca de las sombras aquellas que, por no habérsele asentado todavía los ojos, ve con dificultad -y no sería muy corto el tiempo que necesitara para acostumbrarse-, ¿no daría que reír y no se diría de él que, por haber subido arriba, ha vuelto con los ojos estropeados, y que no vale la pena ni aun de intentar una semejante ascensión? ¿Y no matarían; si encontraban manera de echarle mano y matarle, a quien intentara desatarles y hacerles subir?."

Platón La República libro VII


Lamentablemente, ya es demasiado tarde para ver la luz.



Un saludo.


sábado, 16 de enero de 2010

Capítulo 1: La caída del ángel

Dejo el primer capítulo del libro íntegro, es un capítulo introductorio a modo de prólogo, seguramente en la siguiente entrada o en la posterior publique el capítulo 2, que es en el que en realidad aparece el protagonista de la historia. Espero que sea de vuestro agrado.


-¿Por qué un ángel iba a renunciar a sus alas? ¿Por qué iba a querer que se las cortaran?

-Ya te lo he dicho Silvia, por amor.

-Sigo sin entenderlo, mamá – dijo Silvia entornando los ojos –; no tiene ningún sentido.

-Eso es porque nunca te has enamorado – respondió su madre sonriendo –. Tienes dieciséis años, eres aún muy joven. Algún día lo entenderás.

-Puede... – aceptó Silvia sin demasiada convicción -. Llego tarde mamá. Lo siento mucho, después seguimos con esta conversación, ¿sí?

-Vale, hasta luego – se despidió Claire antes de darle un beso en la mejilla a su hija.

-Hasta luego, mamá.

Silvia se levantó de la mesa, cogió su mochila y salió por la puerta para dirigirse al instituto. Cuándo salió por la puerta un leve destello de sol, que anunciaba el comienzo de la mañana iluminó su rostro. Su pelo castaño ondulaba ligeramente, producido por una pequeña brisa, y sus ojos verdes parecían más que nunca dos esmeraldas; se puso sus gafas de sol mientras maldecía con un “dichoso sol primaveral” aquel rayo que le cegaba, y emprendió la marcha.

Por el camino encontró a varios de sus compañeros de clase, pero no prestaba mucha atención. Llevaba puesto su mp3 y estaba ensimismada en su música, en ese momento escuchaba una canción de los Goo Goo Dolls, titulada Iris, que le hacía recordar la conversación que había tenido con su madre. Pero nada tenía sentido. Ella ya tenía cierta edad para creer en historias de ángeles. Los ángeles no existían. No entendía por qué su madre le contaba aquello.

And I don´t want the world to see me, cause I don´t think to they´d understand...

Apagó su mp3, resignada por la letra de la canción, y decidió olvidar el tema y retomarlo cuando volviera a casa. Sería lo mejor si no quería volverse loca.

-¡Silvia! - dijo una voz a su espalda.

Se giró y vio como una de sus amigas se le acercaba.

-Hola Mary, ¿cómo va todo?

-Bien. No me puedo quejar, ¿y tú?

-Todo bien – respondió no muy convencida, aunque su amiga no lo advirtió.

El día en clase pasó más rápido de lo esperado, conseguía olvidar por momentos lo que su madre le había contado, aquella historia sobre un ángel que renunciaba a sus alas por amor, aquella historia que su madre había decidido contarle en aquel preciso instante sin motivo alguno.

Cuando el timbre anunció el fin de las clases, Silvia salió precipitadamente, se despidió de sus amigas y volvió a casa.

-¿Mamá? Ya estoy en casa –anunció.

-Vale, cielo. Enseguida estoy contigo.

Su madre se acercó. Silvia se quedó observándola durante un minuto; su madre parecía haber cambiado en las escasas horas en las que Silvia había estado fuera de casa. Parecía exhausta y se pelo negro no parecía tener el mismo color que tenía esa mañana al despedirse de ella; sus ojos almendrados se clavaron en su hija con una mirada cargada de decisión.

-¿Que tal las clases? - le preguntó sentándose a su lado.

-Bien – dijo Silvia intentando no desviarse demasiado –. Tediosas, como siempre. Bueno, ¿seguimos nuestra conversación?

-¿Que es lo que quieres saber?

-Todo – respondió impaciente –, cuéntamelo todo desde el principio otra vez.

-Está bien – Claire hizo un mueca intentando recordar –. Esta historia trata de un chico que murió por amor. Su instinto le llevó a enamorarse profundamente de una chica, pero una vez que lo perdió todo decidió que no podía seguir este camino, que ya no pertenecía a este mundo. Decidió internarse en el mundo de la luz, y desapareció.

-Pero, ¿Cómo se decide eso? Yo no lo podría hacer, ¿verdad?

-No, cariño. Pero es que él ya había muerto.

-No puede ser – Silvia estaba perpleja, eso nunca se lo había revelado -. ¿Cómo iba a estar muerto?

-Él no se enamoró en vida, nunca lo había visto como algo necesario – prosiguió Claire –.Un fatídico día y tras un accidente que se cobró también la vida de sus padres murió. Después de esto, después de morir y aceptar que todo había acabado se convirtió en ángel; un ángel no muy común, un ángel que había aceptado su destino y sabía lo que significaba todo lo que le estaba pasando. Pero a pesar de todo sentía tristeza por no haber sabido amar, o no haber encontrado el amor a tiempo, y es que tenía tu misma edad cuando murió, tan solo dieciséis años.

-Mamá – replicó Silvia -. No pretenderás que crea eso, ¿verdad?

-Simplemente te estoy contando la historia que me has pedido que te cuente – respondió Claire.

-Está bien. Continúa.

-El ángel en cuestión no consiguió mitigar su tristeza y su dolor, así que sin saber muy bien cómo le dieron la oportunidad de volver.

-¿Quién le dio esa oportunidad? - preguntó Silvia impaciente. Trataba de fingir indiferencia ante la historia que su madre le estaba contando, pero en realidad sentía mucha curiosidad. ¿Estaba empezando a descubrir que le gustaban los cuentos de hadas?

-Nadie lo sabe – respondió Claire a su pregunta -. Ni siquiera él estaba seguro de saberlo, pero volvió y estaba dispuesto a cumplir su propósito. Buscaba chicas que cumplieran los requisitos que él buscaba por todo el mundo sin cesar, pero no encontraba a ninguna que realmente llenara el vacío que sentía dentro. Se sentía frustrado viendo cómo su oportunidad se escapaba con cada chica nueva que conocía.

“Pero un día la encontró. Una chica muy hermosa, la más hermosa que había visto nunca, pareció enamorarle en cuanto la vio. Esa chica era todo lo que había soñado y al acercarse a ella sus ojos acabaron de convencerle: era ella a quién buscaba. Empezó a tratar con ella, y descubrió que tenían muchas cosas en común, pero en otros aspectos eran polos totalmente opuestos, y era lo que más le atraía de ella sin lugar a dudas. Poco a poco su amistad iba siendo mayor, y el cariño que se tenían ambos también aumentaba considerablemente.

“Un día no demasiado importante el ángel decidió revelarle a la chica lo que sentía por ella. Esta se quedó perpleja al saber lo que sentía, no sabía que decir ni que hacer, estaba totalmente paralizada. El ángel decidió que lo mejor era darle tiempo, que decidiera cuáles eran sus sentimientos hacia él, pero quería que supiera que decidiera lo que decidiera él estaría siempre con ella y que no la abandonaría jamás.

“Qué típico” pensó Silvia.

-La chica lo pensó – prosiguió Claire -, aunque sabía que no había mucho que pensar, sólo le hizo esperar un par de días y tras escuchar a su corazón le confesó lo que sentía. El ángel al enterarse de la noticia se sintió muy feliz: ella también le amaba. Todo parecía ir perfecto, estarían juntos y nadie podría separarlos, o al menos con eso contaba.

-¿Que pasó después? - preguntó Silvia al ver que su madre hacía una pausa.

-Un día el ángel se dio cuenta de que eso no podría seguir para siempre, que él no pertenecía a ese mundo, que esa no era su historia. Lamentaba profundamente haber vuelto porque sabía que haría daño a su chica y que era algo que ya no podía evitar. Había sido demasiado inconsciente para pensar en todo eso, y ahora era un hecho que todo debería acabar y él debería volver.

-¿Volver? ¿Quieres decir que quería morir de nuevo?

-No, quiero decir que él sabía que ya estaba muerto, y que si seguía con aquella historia acabaría por hacer lo mismo con ella, por lo tanto debería hacerle mucho daño, dejar que pensara que la odiaba y que nunca la había amado y permitir que siguiera su camino, que viviera su propia vida y no la que él siempre había soñado. Se dio tiempo a sí mismo para pensar muy bien lo que estaba a punto de hacer, pero no había otra opción posible, debía hacerlo. Así que miró a su chica a los ojos y le dijo todo lo contrario a lo que sentía; hizo que se sintiera muy mal, la dejó muy malherida, su corazón estaba roto, pero no tanto como el de él.

-Qué triste. Sigo sin entender por qué lo hizo.

-Creo que simplemente quiso darle una felicidad que él nunca conseguiría ofrecerle, puesto que no debería estar allí, que debería estar muerto como sucedió cuando tenía esos dieciséis años.

-Creo que lo entiendo, pero no deja de ser estúpido por su parte; los dos se amaban.

-Sí, pero él creía que ella merecía a alguien mejor.

“No deja de ser estúpido” - pensó Silvia - ¿Que pasó después?

-Bueno, el ángel sabía que ya no tenía nada que hacer allí, que para él se había acabado todo así que llamó a la luz y volvió a adentrarse en ella.

-¿Así, sin más?

-Volvió al principio. Volvía a ser aquel ángel especial que había sido una vez, pero esta vez no quería más oportunidades, había tomado una decisión y nadie podría convencerle de lo contrario.

-¿Cual fue esa decisión? - preguntó Silvia al borde de la silla, expectante. Parecía que se suspendía en el aire sin ningún apoyo.

-Decidió que le cortaran las alas, que desapareciera para siempre, que se sumiera en la más profunda oscuridad.

-Que ángel más estúpido, ¿por qué vivir en la oscuridad pudiendo estar rodeado de luz? – cuestionó Silvia enarcando las cejas.

-Porque dejar caer a un ángel es el peor de los castigos y él creía que era lo que merecía por haber enamorado a aquella chica.

-Pero...

-Cómo te dije antes, aún no puedes comprenderlo del todo, Silvia. No sabes realmente lo que es el amor.

-Comprendo – suspiró Silvia, que no entendía la pretensión de su madre para con sus sentimientos -. Sólo me gustaría hacerte una pregunta más.

-Dime.

-¿Quién te contó todo esto?

Claire suspiró, era la pregunta que había estado temiendo desde que empezó a contarle la historia a su hija.

-Se nos ha hecho tarde, Silvia – respondió con aire apremiante evitando la mirada de su hija -. He de ir trabajar. Te veré después.

-¡Mamá!

Claire se quedó paralizada. Sabía que no podría ocultarle el secreto a Silvia durante demasiado tiempo, pero confiaba en no tener que revelárselo tan pronto. Se giró para mirarla y vio la mirada de su hija clavada en la suya; su mirada buscaba la verdad, y ella no podía negársela.

-Fue tu padre, Silvia – miró hacia otro lado para no contemplar el dolor en la cara de su hija –. Hace unos años me contó todo esto, y me dijo que te lo contara cuando él no estuviera.

-¿Para qué? - dijo Silvia elevando la voz - ¿Para qué pensara que volvería cuando no estuviera aquí? ¿Para qué creyera en historias de ángeles y pensara que podría volver a verle? ¡Pues no lo creo!

-No era por eso Silvia, tu padre creía...

-Papá, creía muchas cosas, y normalmente estaba en lo cierto, pero esto es completamente absurdo.

- Silvia, escúchame – dijo Claire con dulzura –. Tu padre creía que tú eras la chica de esa historia.

Silvia tuvo que contener durante unos segundos la respiración y asimilar lo que acababa de escuchar.

-¿Qué? Es la tontería más grande que he oído en mi vida...

-Piensa que tu padre solo decía tonterías – dijo Claire con el gesto ensombrecido por las palabras de su hija -. Me parece una excelente manera de honrar su memoria.

Silvia no sabía que responder ante eso, y menos cuando su madre desapareció tras la puerta dejándola allí sola. ¿Ella la protagonista de una historia de ángeles? Definitivamente el mundo se había vuelto loco, los ángeles no existían.



Un saludo.

martes, 12 de enero de 2010

Nuevo fragmento.

Caminamos juntos con las manos entrelazadas. No conseguí ver su rostro, caminaba delante de mí y no me permitía escrutarlo. Consiguió crisparme con aquella actitud, ¿porqué no dejaba que viera su rostro cuando lo había contemplado mil veces? Intenté alargar el brazo para hacerla girar y que se volviera hacia mí, pero mi brazo no respondía a la orden que le imponía mi cerebro y se negaba a moverse.

”Estupendo, ahora incluso se me rebelan los brazos” dije para mis adentros.

-No necesitas verme el rostro para saber quién soy – dijo una voz melódica que no se parecía en nada a la de Silvia. La dulzura ya no estaba. Había mucho rencor en aquella voz, estaba rota, sin vida, me hacía estremecerme al oírla. Pero no era como yo la recordaba.

-¿Qué haces aquí? - pregunté aterrorizado y entornando los ojos.

-Acompañarte – respondió la melodía acompasante de mi compañera de paseo por la nada. Me resultaba extraño estar escuchando una voz que pensaba que no volvería a escuchar, una voz que se había perdido para siempre y que no volvería, una voz que la última vez que escuché estaba rota por el dolor reflejado en sus ojos. Ahora esa voz estaba resentida, no había indicios de odio, solo de rencor y resentimiento.

Al fin la figura que caminaba a mi lado se giró y pude verla de nuevo después de tanto tiempo. Su rostro seguía siendo tan hermoso como siempre, sus ojos relampagueaban de curiosidad al observarme de nuevo. Su pelo ondulado – tan parecido al de Silvia, que me había llevado a la confusión – seguía tan castaño como el primer día. Sandy no había cambiado en nada desde la última vez que la vi días antes de que se suicidara.

-¿Porque invades mi mente de esta forma? - increpé.

-No invado tu mente – respondió tranquilamente aún con aquel resentimiento en la voz – tú me has traído hasta aquí. Deseabas que estuviera aquí.

-Eso no es cierto – negué agitando la cabeza rápidamente. Había tratado de olvidar a Sandy desde hacía mucho tiempo, no podía desear tenerla enfrente ni siquiera en un sueño, su imagen aún me atormentaba.

Esperó unos minutos dándome tiempo para comprender lo que estaba pasando.

-Sigo en tu mente aunque no lo quieras – dijo al comprobar que yo no poseía las respuestas – soy una simple imagen que crea tu mente, sabes que en realidad no estoy aquí, pero aún así sigues asustado.

-Ajá – afirmé.

Algo parecido a una sonrisa se dibujó en su rostro. No lo era realmente, había algo en sus ojos que convertía aquella sonrisa en una mentira, sus ojos no expresaban nada. Estaban muertos.

-Has cambiado mucho Al...

-¡No! No lo digas – rogué antes de que terminara su frase.

-Está bien – dijo encogiéndose de hombros.

Lo cierto era que mi imagen era bastante real, sabía que todo estaba en mi mente y lo único que tenía que hacer era desear estar despierto y huir de allí, pero el recuerdo de Sandy no era tan terrorífico al fin y al cabo. No quería huir.

-¿Porqué lo hiciste, Sandy? - pregunté repentinamente.

-Eso no forma parte de tu recuerdo – respondió mordazmente haciéndome sentir aún peor – sabes que no lo puedo contestar.

-Pero, ¿si formas parte de mi recuerdo como sabes a lo que me refería? - cuestioné enseguida.

Pareció que la pregunta le había pillado por sorpresa, permaneció con la boca abierta durante unos instantes presumiblemente sin saber muy bien que decir.

-No sabría explicarte... - dijo al fin.

Ahora empezaba a encajar todo. Mis sueños y las sombras que aparecían en ellos y las voces...la voz. Todo este tiempo había escuchado la voz de Sandy dentro de mi cabeza, pero la presentía tan lejana que no la distinguía con claridad y parecían ser mil voces juntas. En realidad, no entendía porque me pedía ayuda cuando la oía, pero sabía que era su voz. En el caso de las sombras estaba bastante más seguro, no cabía la menor duda de qué eran. Miré a Sandy. Ella me observaba fijamente con los ojos entreabiertos. Estaba completamente seguro de que podía escuchar mi razonamiento interno.

-Tú sabes de qué va todo esto, ¿qué quieren?

-Lo siento – fue lo único que me respondió para después desaparecer.

sábado, 19 de diciembre de 2009

Placebo...

Hola.
Siento no tener mucho que decir. Quizás me gustaría dedicarle una entrada a mi estado de ánimo y así poder desahogarme un poco, pero daría igual...además, sería salirme de la tónica del blog...así que sin más, os dejo otro fragmento.

Una persona corría de un lado para otro sin un rumbo fijo. Parecía divertirse con aquello. Su rostro no se distinguía a causa de la oscuridad de aquel lugar, no había ni un ápice de luz. Después de correr durante varios minutos se detuvo, y no hizo nada más.

Comenzó a avanzar lentamente en una dirección, sin apartar la vista del horizonte. Parecía predispuesto a hacer algo que requería cierta concentración. Después de medir la distancia cogió impulso y volvió a correr, esta vez con una dirección fija. Aceleraba un poco más la carrera a cada zancada que daba, parecía que sus pies no tocaban el suelo, era sumamente silencioso. Siguió corriendo y enseguida desapareció...ya no estaba allí.

Una claridad iluminó la estancia y en la dirección en la que se había dirigido aquella persona se acababa el camino, no había absolutamente nada. El desconocido se había precipitado al vacío y habría muerto con total seguridad, había demasiada altura desde aquel acantilado.

Unos segundos más tarde se podía observar a una criatura voladora de un tamaño realmente increíble alzando sus alas y volando a la altura del mar. Sus alas totalmente extendidas y espléndidas brillando a la luz de la luna iluminando el camino. Era realmente increíble lo que aquella criatura estaba haciendo, tanto que el desconocido que había saltado por aquel acantilado perdía importancia ante aquel esplendor. Era realmente precioso, una maravilla que todo el mundo debería conocer. Aquella criatura se alejaba lentamente, se perdía en la distancia con su sinuoso movimiento rozando el agua. Era solo un punto negro en la lejanía, solo se distinguía el brillo de sus alas...desapareció.


Nos leemos.

viernes, 18 de diciembre de 2009

Noticiario

Hola.

Hoy me gustaría informaros de cómo va la novela y demás. Como algunos de vosotros ya sabreis la novela está finalizada, consta de 36 capítulos, y he estado escribiéndola durante unos dieciocho meses.

En estos momentos estoy en el proceso de edición y corrección, tan sólo llevo dos capítulos editados, pero estas navidades, al disponer de mucho más tiempo libre intentaré terminar de editarlo y posteriormente intentaré ponerme en contacto con algunas editoriales para tratar de publicarlo. Si por algún casual del destino alguna editorial decide publicarlo, os informaré por aquí y si no, intentaré por todos los medios que podais leerlo de algún modo.
Eso es todo de momento.

Saludos desde las sombras de Vergel ;)

Nos leemos.

miércoles, 16 de diciembre de 2009

Fragmento capítulo 26

Os dejo un fragmento mucho más amplio que los que había dejado hasta el momento, espero que os guste:

Mientras corría escuché una especie de crujido y como algo rasgaba el aire, miré hacia arriba instintivamente y pude ver como algo se dirigía hacia nosotros a gran velocidad. Empujé a Silvia para tratar de alejarla de la trayectoria de aquel objeto y salté hacia el otro lado a tiempo para poder esquivarlo yo también. Pude sentir como el asfalto rasgaba mi ropa cuando me desplomaba en el suelo, y como aquel objeto que había estado a punto de matarnos producía un golpe sordo al caer, como en mi sueño.

Busqué a Silvia con la mirada mientras me incorporaba, pero no pude ver nada y la busqué a tientas.

-¡Silvia! – bramé - ¡Silvia! ¿Dónde estás?

No obtuve ninguna respuesta y empecé a desesperarme, quizá la había empujado con demasiada fuerza...

Comencé a correr de nuevo tratando de encontrarla, no podía andar muy lejos. Mientras los estruendos y los gritos no cesaban, yo trataba de alejarlos de mi cabeza para poder centrarme únicamente en encontrar a Silvia, pero mi tarea se complicó cuando el suelo de repente empezó a temblar y provocó que volviera a caer al suelo. Rodé rápidamente por él y volví a incorporarme con dificultad. El suelo estaba empezando a resquebrajarse y parecía que cedería de un momento a otro.

Cuando me disponía a seguir tanteando en la oscuridad para continuar con mi búsqueda algo me dejó paralizado. Una risa estridente se alzaba sobre cualquier sonido que hubiera en el ambiente, una risa que por supuesto ya conocía, y ahora que la escuchaba de verdad me resultaba escalofriante. Mis sueños cada vez tomaban una forma más corpórea, y de seguir así pasaría todo lo que había estado temiendo estos meses. Conseguí avanzar mientras aquella risa me perforaba los oídos y pude escuchar como gente gritaba cerca de mí. Me crucé con varias personas que me empujaron para no detener su carrera y volvieron a derribarme. Estando en el suelo otro fogonazo iluminó el cielo, y pude observar varias figuras desplazándose a una gran velocidad.

Sacudí la cabeza y no dejé que el miedo me poseyera, debía encontrar a Silvia. Seguí vociferando su nombre en un vano intento por encontrar una respuesta, pero esta no se produjo y mi nerviosismo aumento sensiblemente. Me paré en seco, sabía que Silvia no podía haber ido muy lejos después de que la empujara, y yo debería haberme alejado bastante de la posición en la que nos encontrábamos, así que volví de nuevo sobre mis pasos, confiando en encontrarla.

Estaba viviendo los minutos más angustiosos de mi vida, mientras trataba de encontrar a la chica a la que amaba. Probablemente la estaba buscando para morir junto a ella, ya que no confiaba en salir con vida de la ciudad. Mientras retrocedía la imagen de mi sueño volvió a tomar forma y vi a Silvia tirada en el suelo con los ojos inertes. Deseé que esa imagen no se produjera realmente y que ella estuviera bien.

Más oleadas de gente gritando se cruzaron conmigo en dirección contraria, y de nuevo el suelo volvió a temblar, esta vez de forma más violenta. Sentía como la sangre caliente resbalaba por mi frente a causa de todas las caídas que había sufrido en los últimos minutos, pero no me importó lo más mínimo y seguí corriendo.

Más fogonazos. Más estruendos. Más explosiones.

Aumenté el ritmo sin saber muy bien donde estaba, estaba tanteando en la nada. Encontrar a Silvia sería como encontrar una aguja en un pajar. De repente tropecé con algo y me volví a precipitar contra el suelo. ¿Qué demonios había sido eso?

Me revolví en el suelo y me arrastré hacia allí mientras los escombros se arremolinaban a mi alrededor. Alargué la mano para tocar aquello con lo que había tropezado y me horroricé al instante; era un brazo, pude verlo sin llegar a tocarlo...y si...¡no! Eso no podía ser verdad.

Me incorporé de nuevo mientras la desesperación podía conmigo y me acerqué a aquel cuerpo inerte que había en el suelo, mi respiración se agitó y mi corazón amenazaba con detenerse. Estaba al lado del cuerpo, y ahora que podía ver algo de él sabía que se trataba de una chica, que casi con total seguridad sería la chica de mi sueño. Contuve la respiración mientras tocaba el hombro de la chica y trataba de hacerla girar, pero tuve que retirar la mano, ya que una descarga me recorrió el cuerpo. Me miré la mano para comprobar si había sufrido algún daño mientras maldecía en voz alta, pero tan sólo sentí un hormigueo en los dedos. En mi sueño había experimentando una sensación mucho mayor al tocar a aquel hombre en el interior del coche, la descarga había sido tal que me había arrastrado varios metros, ¿por qué en este caso no? Di algunos pasos lentamente para poder situarme frente al rostro de la chica, ya que no quería volver a arriesgarme a tocarla. De nuevo contuve la respiración y cerré los ojos, porque sabía que no soportaría verlo. Me obligué a mí mismo a abrirlos mientras el dolor me mataba lentamente.

Los abrí.

No sabría explicar por qué sentí alivio al comprobar que aquella chica muerta no se trataba de Silvia. Me arrepentí enseguida de haber experimentado aquel sentimiento cuando comprobé el rostro desencajado de la pobre chica, sus ojos abiertos por la sorpresa e inertes como su cuerpo. Era la primera vez que presenciaba la muerte de alguien y esperaba no tener que presenciarlo de nuevo...

-¡Ángel! – la voz de Silvia me llegó cercana. Me olvidé de todo remordimiento y miré en todas direcciones tratando de encontrarla.

-¡Silvia! – grité para que pudiera oírme - ¿dónde estás?

No hizo falta que respondiera, porque otro fogonazo rojo iluminó la estancia y pude verla en la lejanía. Al fin la había encontrado. Corrí en aquella dirección mientras todo volvía a apagarse de nuevo. Mientras avanzaba, algo paso volando a gran velocidad a mi lado y consiguió derribarme. Me golpeé fuertemente la cabeza contra el suelo y sentí como todo daba vueltas y me desorientaba. Estaba a punto de desmayarme, pero escuché un fuerte grito proveniente del lugar desde el que había visto a Silvia y una voz en mi interior me dijo que no podía rendirme ahora que Silvia me necesitaba. Conseguí incorporarme mientras la sangre brotaba a borbotones de mi cabeza y empezaba a perder la consciencia.

Otro grito.

Esta vez enmudecido por un estruendo muy cercano. Ya no podía escuchar los gritos de la gente, tan sólo escuchaba el suyo, sabía que a Silvia le estaba ocurriendo algo, y debía llegar hasta ella para ayudarla. Hice un esfuerzo increíble para no caer de bruces contra el suelo y comencé a andar lentamente. Silvia volvió a gritar de nuevo, y no pude evitar echar a correr a pesar de que todo mi cuerpo me aconsejaba no hacerlo. Estaba empezando a perder la noción del espacio, ya ni siquiera sabía si existía la gravedad, corría sin saber qué pisaba, pero tenía un objetivo claro. Seguí corriendo, aunque no sabia muy bien hacia donde me dirigía, tan sólo confiaba en mi instinto orientativo y que a pesar de todo me estuviera dirigiendo en la dirección correcta. No veía nada, y Silvia ya no gritaba más, así que no tenía ninguna referencia sobre donde podría estar. De repente algo apareció delante de mí, algo que no alcanzaba a ver qué era. Sabía que debía parar si no quería estrellarme contra ese algo, pero mi razón ya no respondía a mi petición y no pude evitarlo. Me golpeé fuertemente contra aquel obstáculo que había surgido de la nada y volví a caer al suelo. Era consciente de que esta vez no iba a poder incorporarme de nuevo, que mi cuerpo había dicho basta y mi final estaba muy próximo. Estiré el brazo en un vano intento de aferrarme a algo, y encontré lo que había estado buscando. Sabía que Silvia estaba tendida a mi lado, estaba tocando su pelo, y su tacto y su olor, que llegaba vagamente a mis fosas nasales, eran inconfundibles. Tenía el presentimiento, o más bien la certeza, de que sólo estaba inconsciente. Quizá tan sólo fuera una imaginación, pero me parecía oír su respiración lenta.

No pude evitar sonreír, si eso era cierto significaría que aún seguía viva y que al menos algo en mis sueños no había sido real.

Los sonidos comenzaron a cesar y cada vez sonaban más lejanos.

“Ya está acabando” pensé. Aún tenía la esperanza de salir con vida de allí con Silvia a mi lado. Y mientras cada vez los sonidos se me hacían más lejanos un destello de luz ilumino el cielo y giré el rostro para confirmar que era Silvia a quien estaba acariciando. Esta vez sí que pude sonreír de verdad al ver como el rostro de aquella chica tirada en el suelo era el rostro que tanto había anhelado observar en esos angustiosos minutos. La abracé con todas las fuerzas que me quedaban y sentí su corazón latir. Sí, aún seguía viva.

-Sabía que no me abandonarías – susurré.

Entonces los sonidos cesaron y aquel destello empezó a desaparecer, y todo volvió a oscurecerse mientras cientos de sombras descendían desde el cielo. Mis ojos trataron de entornarse para observar qué era aquello, pero la sangre que brotaba de mi cabeza desde hacía varios minutos me impedía pensar con normalidad y mi vista se nublaba hasta el punto de no poder observar nada, y finalmente todo se apagó.


Gracias.

domingo, 13 de diciembre de 2009

...

Hola.

Antes de escribir el fragmento de hoy, que también está relacionado con lo que os voy a contar a continuación, me gustaría salirme un poco del esquema que estaba siguiendo en el blog, porque me gustaría tratar un tema que probablemente todos habreis sufrido a lo largo de vuestra vida.
¿Por qué hay tanta hipocresía en el mundo? ¿Por qué no hay ni una misera persona en este globo terrestre que no pueda evitar mentir? ¿De verdad es necesario dejarse llevar por esta sociedad tan corrompida por sus estúpidos roles y clichés que al fin y al cabo son los que dirigen el mundo? Estoy cansado de que las personas dirigan su vida a través de la sociedad, poniendo limitaciones a todo en función de ella. Yo creo que tampoco es muy difícil seguir una vida según tus propios instintos, sin necesidad de tirar los dados al aire esperando a ver qué te toca vivir hoy. ¿De verdad es todo esto necesario? ¿Tenemos que jugarnos nuestra vida al azar? Llamadme estúpido, pero no lo entiendo. Me cuesta mucho creer que el mundo sea tan sólo esto: demagogia y populismo. Vosotros podreis jugar a este juego de rol que os divierte tanto, pero lo siento, yo no pienso inmiscuirme en un juego en el que no me gusta participar simplemente porque todo el mundo lo haga. No me importa la soledad si realmente hago lo que creo que es correcto, porque es mi realidad y nadie la dirige, tan sólo yo. ¿Pensais que es egoísta? ¿Creéis que os estoy prejuzgando? Quizás deberíais mirar alrededor y ver en qué nos estamos convirtiendo... A veces para descubrir la verdad hay que salir del juego e introducirse en la oscuridad de la vida real; no todo es tan idílico como parece.

Después de esta reflexión en la que espero que nadie se haya sentido ofendido o se haya dado por aludido, aquí os pongo otro fragmento del libro:

Sentía rabia, impotencia y frustración, pero ante todo sentía miedo; lo percibía como una nube invisible cerniéndose lentamente sobre mí, aferrándome entre sus garras e inmovilizándome con su gélida respiración. Un miedo que me desgarraba por dentro, que trataba de apoderarse lenta y dolorosamente de mi corazón, hasta que finalmente sucumbiera a él.
El pánico aumentaba mientras mi tiempo empezaba a agotarse en aquel juego, y comencé a preguntarme si esta vez volvería a tener tanta fortuna como en otras ocasiones, y si era suficiente echarle nuevamente un pulso al destino mientras contenía la respiración, esperando a que sobre el tapiz apareciera aquella última carta, completando la escalera de color, y así mi victoria. Pero el juego esta vez era diferente, y enfrente de mí no estaba sentado alguien con quién pudiera permitirme el lujo de perder. La Muerte también esperaba, ansiosa, el desenlace de esa partida, mientras sus ojos se clavaban directamente en los míos y dibujaba una tosca sonrisa, sabiendo que en esta ocasión no tendría oportunidad de esquivar su golpe letal.


Gracias, como siempre.

Nos leemos.