martes, 12 de enero de 2010

Nuevo fragmento.

Caminamos juntos con las manos entrelazadas. No conseguí ver su rostro, caminaba delante de mí y no me permitía escrutarlo. Consiguió crisparme con aquella actitud, ¿porqué no dejaba que viera su rostro cuando lo había contemplado mil veces? Intenté alargar el brazo para hacerla girar y que se volviera hacia mí, pero mi brazo no respondía a la orden que le imponía mi cerebro y se negaba a moverse.

”Estupendo, ahora incluso se me rebelan los brazos” dije para mis adentros.

-No necesitas verme el rostro para saber quién soy – dijo una voz melódica que no se parecía en nada a la de Silvia. La dulzura ya no estaba. Había mucho rencor en aquella voz, estaba rota, sin vida, me hacía estremecerme al oírla. Pero no era como yo la recordaba.

-¿Qué haces aquí? - pregunté aterrorizado y entornando los ojos.

-Acompañarte – respondió la melodía acompasante de mi compañera de paseo por la nada. Me resultaba extraño estar escuchando una voz que pensaba que no volvería a escuchar, una voz que se había perdido para siempre y que no volvería, una voz que la última vez que escuché estaba rota por el dolor reflejado en sus ojos. Ahora esa voz estaba resentida, no había indicios de odio, solo de rencor y resentimiento.

Al fin la figura que caminaba a mi lado se giró y pude verla de nuevo después de tanto tiempo. Su rostro seguía siendo tan hermoso como siempre, sus ojos relampagueaban de curiosidad al observarme de nuevo. Su pelo ondulado – tan parecido al de Silvia, que me había llevado a la confusión – seguía tan castaño como el primer día. Sandy no había cambiado en nada desde la última vez que la vi días antes de que se suicidara.

-¿Porque invades mi mente de esta forma? - increpé.

-No invado tu mente – respondió tranquilamente aún con aquel resentimiento en la voz – tú me has traído hasta aquí. Deseabas que estuviera aquí.

-Eso no es cierto – negué agitando la cabeza rápidamente. Había tratado de olvidar a Sandy desde hacía mucho tiempo, no podía desear tenerla enfrente ni siquiera en un sueño, su imagen aún me atormentaba.

Esperó unos minutos dándome tiempo para comprender lo que estaba pasando.

-Sigo en tu mente aunque no lo quieras – dijo al comprobar que yo no poseía las respuestas – soy una simple imagen que crea tu mente, sabes que en realidad no estoy aquí, pero aún así sigues asustado.

-Ajá – afirmé.

Algo parecido a una sonrisa se dibujó en su rostro. No lo era realmente, había algo en sus ojos que convertía aquella sonrisa en una mentira, sus ojos no expresaban nada. Estaban muertos.

-Has cambiado mucho Al...

-¡No! No lo digas – rogué antes de que terminara su frase.

-Está bien – dijo encogiéndose de hombros.

Lo cierto era que mi imagen era bastante real, sabía que todo estaba en mi mente y lo único que tenía que hacer era desear estar despierto y huir de allí, pero el recuerdo de Sandy no era tan terrorífico al fin y al cabo. No quería huir.

-¿Porqué lo hiciste, Sandy? - pregunté repentinamente.

-Eso no forma parte de tu recuerdo – respondió mordazmente haciéndome sentir aún peor – sabes que no lo puedo contestar.

-Pero, ¿si formas parte de mi recuerdo como sabes a lo que me refería? - cuestioné enseguida.

Pareció que la pregunta le había pillado por sorpresa, permaneció con la boca abierta durante unos instantes presumiblemente sin saber muy bien que decir.

-No sabría explicarte... - dijo al fin.

Ahora empezaba a encajar todo. Mis sueños y las sombras que aparecían en ellos y las voces...la voz. Todo este tiempo había escuchado la voz de Sandy dentro de mi cabeza, pero la presentía tan lejana que no la distinguía con claridad y parecían ser mil voces juntas. En realidad, no entendía porque me pedía ayuda cuando la oía, pero sabía que era su voz. En el caso de las sombras estaba bastante más seguro, no cabía la menor duda de qué eran. Miré a Sandy. Ella me observaba fijamente con los ojos entreabiertos. Estaba completamente seguro de que podía escuchar mi razonamiento interno.

-Tú sabes de qué va todo esto, ¿qué quieren?

-Lo siento – fue lo único que me respondió para después desaparecer.

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